Sigamos jugando con las palabras que para eso existen. Deseo profundamente que este texto les remueva algunas emociones.
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La Mano
¿Viste?...Me revisaron sin ganas, habría podido meterles una escopeta para matarlo aquí adentro y ellos se hubieran preguntado estupidamente cómo se logró; pero no, ese no es el plan, yo sólo tengo que conservar la calma y seguir lo acordado. Dos veces hicieron de la misma manera y dos veces expliqué que yo era el abogado defensor del fotógrafo, pienso que ni me escucharon, sólo abrí mi maletín y los guardias me dieron paso sin mirar, actúan siempre mecánicamente, como por cumplir un formalismo. Allí está, echado, lo cambiaron de lugar, está más cómodo ahora, parece ser que logró simpatizantes entre los guardias. Antes de llegar a la puerta de la celda dudaba, se me ocurrió que quizás le entregaría mi alma al diablo por llevarlo hacía su muerte, pero ahora que lo veo allá, tan sonriente, sobre la cama de cemento y recostado a la pared, creo que le haré un favor al mundo.
- Ya estás libre. Acordé con la denunciante y retiró los cargos.
- Yo sabía, mi abogado, que usted demostraría que no fue todo mi culpa. Mamacita rrrica, no la dejo de pensar, snfff – desgraciado, aspira su mano, sus dedos, arruga su cara… – cosita rrrica esa hembra… ¿no?
La denunciante, la “hembra”, entabló cargos por intento de violación y yo fui el abogado encargado para la defensa. Cuando me entrevisté con ella le dije que los testigos habían declarado incitación de su parte y que por mucho que se lograra establecer el abuso a mi cliente no le darían más de un año. Ella lloró de rabia.
- Salga usted primero mi abogadito, afuera le invito un tinto pa’ celebrar.
- ¿No siente remordimiento?
- Huy no me mire así mi dóctor, ya le dije que ella me tentó… vea, esta manito no me la he lavado desde el incidente, todavía huele a cosita, snfff… ¡ah, qué cosita tan linda! Apenas me vuelva a ver, seguro que se da cuenta cuánto le hace falta cada dedito, snfff…
Desgraciado. No es cierto, ella lo detesta.
Dos semanas atrás yo había empezado a visitarla todos los días para acordar la liberación del fotógrafo y así llegué a conocerla bien y a entender el incidente. Sentado en el sofá le preguntaba cosas y siempre las lágrimas se le salían solas, ella quería evitarlas pero atravesaban sus parpados. Sentí compasión, luego otro tipo extraño de afecto, algo un poco más cercano. Desde el principio comencé a tratarla de manera muy delicada, buscaba alivianar el odio que sentía por todos los hombres y relajar así las entrevistas.
- ¿Hacía cuánto que pasabas por la plaza? – le pregunté una tarde.
- Tres meses, desde que me dieron el puesto en EMCALI como secretaria.
- ¿Y siempre por el mismo lugar y con el mismo estilo de vestidos?
- Era la ruta más tranquila, por el otro lado de la plaza están los emboladores, me daban más miedo y sí, siempre con los mismos vestidos – levantó la voz con rabia – ¿También cree que yo ando de ofrecida por ahí, que yo lo invité a manosearme?
- No, sólo quiero saber qué motivó al fotógrafo a atacarte.
- Pues que es un maldito… usted lo sabe, él abusó de mí.
Va tranquilo. Se despide de todos como una reina, los saluda a todos cual héroe y se huele la mano una y otra vez. Los guardias se ríen, les parece gracioso el tipo.(continuará...)
Por: Jhohann Castellanos "El Santo"
[ Desde ahora el cuento La Mano sólo estará completo en un libro, espérelo y cómprelo junto a otros cuentos que publicaré. Adquiéralo en
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Imágenes: obtenidas de google imágenes
1 comentario:
Buen cuento.
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