2 de septiembre de 2010

Calicometa


Se dice que la cometa, construcción frágil que puede elevarse al cielo y permanecer en él con sólo la ayuda del viento, nació en la antigua China, alrededor del año 1200 a. C. y desde allí hasta hoy, por lo menos históricamente, se le han registrado usos en lo científico, militar, deportivo, lúdico y otras cosas más que yo no sé. Para uso militar se cuenta que servía para conocer la dirección del viento o como forma para comunicarse durante las guerras. También se usó para el rescate marítimo, señalando el lugar de los náufragos, incluso la aviación se ha beneficiado y ha partido de ésta para la invención de los planeadores, paracaídas y parapentes. Quizás el uso más cercano al que le damos hoy en la Sultana del Valle lo podemos encontrar en Europa, en el siglo XII. Se dice que los niños de Europa Central jugaban con cometas a las que añadían cuerdas para hacerlas sonar en el aire. En conclusión la cometa ha sido conocida y utilizada en todo el mundo, ha desarrollado diferentes formas e incluso, su fabricación y vuelo, se ha convertido en un arte.

Listemos sus nombres para comprender el alcance territorial que ha tenido nuestra cometa y ver que no somos los únicos que la volamos: barrilete, chichigua, chiringa, lechuza, mamagayo, pandorga, papagayo, papalote, petaca, piscucha, volador, volantín, abilucho, cachirulo, biloncha o milocha, estel, milorcha, pandero, pandorga, papaventos y sierpe. Aún así, a pesar de que sea conocida con tantos nombres, la cometa, para el caleño, es sólo una cosa: la ilusión a mitad de año. Y digo ilusión porque todos soñamos con verla colgada en el cielo aunque la mayoría de las veces termine en la cuerda de energía o en algún techo. Ahora bien, por encima de los fracasos, así nos toque aguantar un poco de sol y sed o terminemos con un enredo en los tejados o cables de la energía, siempre será confortante en cualquier lugar la sensación de elevar y sostener una cometa en lo alto del cielo.

En Cali es normal comprarlas en el Parque de las Banderas, en La Colina de San Antonio, en la Loma de la Cruz, en el Parque de la Salud o del Amor, también a la salida de los Centros Comerciales. Las hay de los tamaños que quieran, de papel y de tela como los modernos “pájaros”, sin embargo, hacer la cometa es quizás el mayor logro y genera un mejor sabor: poner los palitos y cuadrar los vientos, rasgar la cola y distribuir los colores. Los precios, si es que no le cuadra lo de hacerla, varían desde los $7.000 pesos hasta los $25.000, dependiendo, eso sí, si viene con piola, pita, cáñamo y hasta nylon. Ahora bien, el sitio para volarla no importa, sólo importa el viento. Lo recomendado es no hacerlo cerca de los postes, de los cables y no salir corriendo pa’ elevarla, no vaya y sea que por andar mirando la cometa termine estrellándose contra un árbol o levantado con todo y cometa pero por un carro. Por supuesto hay sitios clásicos de Cali, el parque de las banderas es uno de los más populares. Y para bajarla cuando se hace de noche, por si la elevó bien, hay que enviarle un mensajito que le cierre los vientos (si no entiende esto es porque no ha elevado cometa, fresco, tendrá tiempo ahora en agosto). Por último, si aún no cree que el oficio milenario pueda entretenerle un poco o piensa que es bastante difícil, vaya a ver a alguien que lo haga bien, tal vez eso lo anime.

Por Jhohann Castellanos, El Santo.

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